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->Los padres y nosotros

A los padres les resulta difícil afrontar la adolescencia de sus hijos porque ser padre de un niño es fácil: se le manda “ven” y viene, “sube” y sube, “baja” y baja, más o menos obedece inmediatamente. Pero ser padre de un adolescente es, al menos, incómodo y arduo. Si al adolescente le decimos “ven”, puede respondernos “espera”; si le ordenamos “sube”, es casi seguro que nos diga que esperemos; si le mandamos que “baje”, podemos encontrarnos con la sorpresa de oírle decir “no me da la gana”. Este es el drama de la relación padres-hijo adolescente.Desde cierta perspectiva podemos pensar que la adolescencia es el final de un largo camino en cuanto que en ella tiene lugar la culminación de las identificaciones (querer ser como...) que ha hecho el hijo con las figuras del padre y de la madre.
Pero, fundamentalmente, la etapa adolescente es una encrucijada, un cruce de caminos, un momento de toma de decisiones de cara a las nuevas etapas evolutivas. Por eso mismo tiene la doble vertiente de ser una “síntesis” de todo lo anterior, una “revisión” de cuanto hay que mantener y lo que conviene cambiar, así como una “plataforma” desde la que lanzarse hacia el futuro para no quedarse infantilizado en el pasado sino para seguir creciendo con miras al futuro.

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